Donaciones de nómina: cuando la solidaridad lleva corbata y logo

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viernes, 9 de mayo de 2025

A simple vista, suena bien. Incluso muy bien. Empresas que invitan a sus empleados a donar parte de su salario para ayudar a quienes más lo necesitan. Un euro por aquí, unos céntimos por allá. Un gesto pequeño que promete cambiar el mundo, una nómina a la vez. ¿Qué podría estar mal en eso?

Bueno, depende de dónde miremos. Porque cuando la solidaridad se gestiona desde arriba y se convierte en bandera corporativa, la línea entre altruismo y oportunismo se vuelve tan fina como el margen de un informe financiero.


“Dona desde tu nómina”… pero no preguntes demasiado


Tomemos como ejemplo al Banco Santander y su programa Euros de tu Nómina. Una iniciativa que ha recaudado más de 6 millones de euros en 16 años. Suena impresionante. Hasta que uno se pregunta: ¿quién decide a qué ONG se dona? ¿Se audita ese dinero? ¿Hay alguna garantía de que el euro solidario no acabe engordando un PDF de memoria anual para accionistas?

Porque donar es un acto de entrega. Pero cuando esa entrega se hace bajo el techo de la misma empresa que firma despidos masivos o congela salarios, uno empieza a sospechar que la solidaridad es selectiva. Y que la compasión tiene departamento de marketing.


Teaming: un euro mensual, muchas preguntas


La plataforma Teaming, usada por empresas como Everis, recoge un euro al mes por empleado. La idea es simple, bonita y casi indolora. Como una aspirina moral. Pero… ¿quién propone las causas? ¿Quién valida los resultados? ¿Y qué ocurre cuando donar se convierte en una especie de presión social? Porque hay silencios que pesan más que un “no”.

¿Y si no quiero donar? ¿O si prefiero hacerlo por mi cuenta? ¿Me convierte eso en menos solidario ante mis compañeros? Hay gestos que, por repetirse, se convierten en obligación tácita. Y entonces ya no es solidaridad: es camuflaje moral con escote institucional.


Caja Rural Granada: millones para causas invisibles


La Caja Rural de Granada ha destinado este año 13 millones a su Fondo de Educación y Promoción. Pero lo ha hecho sin ofrecer un desglose público, sin mostrar a dónde va cada euro. Mientras tanto, encadena contratos temporales a trabajadores que no saben si serán renovados.

¿Es coherente promover la cultura y el bienestar desde una estructura que precariza a su propia gente? ¿Se puede hablar de ayuda cuando dentro de casa no se cuida ni la estabilidad mínima?


Betterfly: si no donas, no sudas; y si no sudas, no vales


En Betterfly, cada paso cuenta: literalmente. Haces deporte, comes sano, y ellos convierten ese bienestar personal en donaciones. El concepto es moderno, interactivo y casi gamificado.

Pero también excluyente. ¿Qué ocurre con quien no puede caminar, o simplemente no quiere convertir su vida en una tabla de métricas? La solidaridad aquí depende del rendimiento. Es como si el altruismo llevara un pulsómetro y midiera su valor en calorías quemadas.


¿Por qué tantas empresas se suben al tren de la donación interna?


Dos palabras: Responsabilidad Social Corporativa. Ese gran paraguas que todo lo cubre. Mejora la imagen, abre puertas a licitaciones públicas, permite presumir de “empresa con valores” sin tocar el núcleo duro: los derechos laborales, los salarios dignos, las condiciones justas.

Porque claro, es mucho más barato regalar sonrisas que subir nóminas. Más fotogénico donar a una causa lejana que solucionar el malestar cercano.


¿Dónde están las auditorías? ¿Quién controla este dinero?


Cuando se trata de donaciones que salen del bolsillo del trabajador —aunque sea con su consentimiento—, lo mínimo exigible es transparencia absoluta. Auditorías externas. Participación real de la plantilla en la toma de decisiones.

Pero en la mayoría de los casos, ni se pregunta ni se responde. La generosidad se gestiona como un trámite contable. Y así, el gesto noble pierde su alma entre formularios y promesas sin seguimiento.


Desde AlertaTrabajo.com no cuestionamos el deseo de ayudar. Lo que cuestionamos es el envoltorio. Porque cuando la empresa que congela sueldos se cuelga la medalla solidaria… algo huele a interés disfrazado de bondad.

La solidaridad no se exige, no se presume y, sobre todo, no se convierte en herramienta de marca. Se practica con libertad, con control y con dignidad.

Y si va a salir del bolsillo del trabajador, que no entre por la puerta trasera del marketing.

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