Cuando el futuro se vende en liquidación: el caso Alcampo y los 710 invisibles

La “transformación sostenible” que huele a pólvora
Hay palabras que suenan a promesa pero huelen a pólvora. “Transformación sostenible”, por ejemplo. Dos términos que, combinados, deberían evocar progreso con conciencia, eficiencia con compasión. Pero en el diccionario de las grandes corporaciones, esta fórmula mágica suele tener otra traducción más cruda: despidos, cierres, incertidumbre.
Eso es exactamente lo que está ocurriendo con Alcampo. Mientras los portavoces corporativos se envuelven en un lenguaje brillante como un folleto de domingo —“modernización”, “eficiencia”, “adaptación”—, 710 personas se despiertan cada mañana preguntándose si su empleo se desvanecerá con el café. Porque cuando un supermercado baja la persiana, no solo se apagan luces: también se apagan rutinas, certezas, futuros.
La sostenibilidad que arrasa Castilla y León
La comunidad más golpeada por esta operación quirúrgica sin anestesia es Castilla y León. Una región que ya carga con heridas crónicas: despoblación, abandono institucional y una pérdida de tejido económico que avanza como una gotera en una casa vieja. Ahora, a la ecuación se le suma la amputación privada:
- 7 tiendas en Salamanca
- 14 en Burgos
- 8 entre Valladolid y León
- 3 entre Palencia y Zamora
No es un reajuste: es una retirada en toda regla. Un repliegue que, bajo el pretexto de lo digital, deja atrás territorios enteros como si fueran viejas mercancías que ya no venden.
Innovación con forma de tijera
Alcampo presenta su plan como un salto hacia adelante: renovación de tiendas, reducción de espacios, apuesta online. Pero ese salto tiene un precio. Y lo están pagando, cómo no, quienes empujan carritos, reponen estanterías, hacen turnos partidos y conocen a los clientes por su nombre.
Mientras se habla de eficiencia, se ejecutan despidos colectivos sin planes claros de reubicación ni alternativas dignas. ¿Innovación? ¿O simplemente precariedad vestida de gala? Porque crecer no debería ser sinónimo de adelgazar a los de abajo mientras se engorda la rentabilidad del Excel.
Los sindicatos, entre la indignación y la impotencia
UGT y CCOO han hecho lo que pueden hacer: levantar la voz. Piden claridad, diálogo, humanidad. Alternativas que no pasen por despedir y olvidar. Pero también saben que en este juego las reglas las pone quien tiene el capital, no quien tiene el delantal.
Lo más hiriente es el limbo. Alcampo ha prometido dar los nombres de los centros afectados a finales de junio. Hasta entonces, decenas de trabajadores —padres, madres, jóvenes, veteranos— vivirán en una especie de purgatorio emocional. Y eso también es violencia, aunque no sangre.
La transformación que siempre paga el mismo
Nos lo repiten como un mantra: las empresas deben evolucionar. Nadie lo niega. Pero sería interesante que alguna vez esa evolución no significara siempre lo mismo: más beneficio para arriba, más precariedad para abajo.
Porque cuando se habla de transformación sin tener en cuenta a las personas, lo que se practica no es el progreso, sino el desmantelamiento.
Y no hay nada más insostenible que destruir empleos mientras se imprime la palabra sostenibilidad en una pancarta.