Camioneros al límite: los que llevan el país y se quedan tirados en la cuneta

Jornadas infinitas, sueldos estancados y vidas partidas en nombre del transporte. ¿Quién defiende al que lleva el país a cuestas?
A veces, el motor del país no suena en los platós ni se aplaude en los discursos. Ruge en la madrugada, en una autovía sin nombre, en una cabina convertida en cama, comedor y confesionario. Ahí van los camioneros: los invisibles del asfalto, los que cargan con toneladas de mercancía... y con un sistema que les exige todo a cambio de casi nada.
La cabina como trinchera, no como oficina
Mientras tú duermes, ellos ya recorren kilómetros. Mientras tú comes en casa, ellos se detienen apenas para engullir un bocadillo reseco con olor a gasoil. Y cuando tú vuelves a tu sofá, ellos aún miran la carretera con los ojos cansados de quien lleva medio país a cuestas.
Así transcurre la vida de miles de transportistas: jornadas que rozan o superan las 15 horas, sin horarios fijos, sin certezas. Y todo por sueldos que no se han movido al mismo ritmo que la inflación ni que el precio del gasóleo. Porque en esta historia, la rueda que más gira es la del desgaste.
Un oficio que envejece mientras el relevo huye
Más del 50 % de los camioneros tiene más de 55 años. Los menores de 25 apenas llegan al 3 %. ¿Por qué? Porque nadie quiere subirse a un volante que huele a abandono.
Formarse cuesta miles de euros. Las condiciones laborales son tan inestables como las rutas. Y los contratos, en demasiados casos, parecen diseñados por quien nunca ha dormido en un arcén ni ha cruzado tres fronteras para entregar un palé de urgencia.
No es falta de vocación. Es exceso de sacrificio.
Responsabilidad de millones, salario de miseria
Mientras transportan productos que valen fortunas, su nómina apenas supera los 1.500 € en rutas nacionales. Quienes hacen internacional y pasan semanas sin ver a su familia, rozan los 2.000 €. ¿Eso es lo que vale estar lejos de los tuyos, jugándote la vida en cada curva?
Porque sí, cada curva puede ser la última. Y no solo por accidentes: la tensión, el insomnio, la fatiga, la soledad… son un peaje invisible pero constante.
El triple peaje: físico, mental y emocional
En 2024, el transporte por carretera fue el sector con más muertes laborales: 138 trabajadores que no volvieron a casa. Pero hay otro tipo de muertes, más lentas, menos mediáticas: la ansiedad que te devora por dentro, los dolores de espalda que no paran, el silencio emocional de quien vive demasiado tiempo solo entre líneas blancas.
Muchos bajan del camión no porque quieran, sino porque no pueden más.
¿Y desde arriba? Un silencio que retumba más que un claxon
Mientras los camioneros viven al límite, las patronales apenas parpadean. El Gobierno lleva años “estudiando” la jubilación anticipada, pero las promesas no alimentan. Las áreas de descanso seguras, con baños dignos y vigilancia, son todavía un proyecto.
Como si descansar en condiciones fuera un lujo, y no un derecho.
Conclusión: no se puede mover un país con quienes están rotos
Los camioneros no piden homenajes. Piden dignidad. Que su trabajo valga lo que pesa. Que su salud no sea el precio de nuestra comodidad. Que el volante no sea una condena.
Porque si el país se para, no será por una huelga. Será porque nadie querrá conducirlo más.