Castellón se planta: cuando hasta la cerámica se resquebraja

La industria cerámica de Castellón: un horno que ya no calienta esperanzas
Castellón, famosa por exportar azulejos impecables, ahora exporta algo mucho menos decorativo: indignación.
Las calles, usualmente adornadas por la rutina, se llenaron de obreros que dejaron los guantes para alzar pancartas. Esta vez, no era para revestir paredes, sino para desnudar verdades.
El motivo, tan crudo como certero: un convenio colectivo que caducó en diciembre y que, como las viejas promesas, acumula polvo en algún cajón olvidado.
Tras meses de excusas tan frágiles como las piezas defectuosas, UGT y CCOO decidieron mover ficha.
Pero no en una partida de ajedrez, sino en una que se juega en la calle y en el alma.
Demandas que no son un lujo, sino una brújula hacia la justicia
Los sindicatos lo han dejado claro, como un artesano que mide dos veces antes de cortar:
→ Salarios vinculados al IPC real + 1 % anual. Porque la vida no se congela y los precios tampoco.
→ Reducción anual de 8 horas de jornada. Porque trabajar menos también es vivir más.
No piden oro ni marfil. Piden algo más revolucionario en estos tiempos: sentido común.
La inflación muerde, las facturas asfixian y, mientras tanto, el reloj sigue devorando horas que jamás se recuperan.
ASCER: la patronal que convirtió la espera en arte (de la dilación)
Al otro lado de la mesa —o mejor dicho, detrás de un muro de tecnicismos— está ASCER.
Su respuesta es tan previsible como desesperante:
"Esperemos a la ley de reducción de jornada."
Una excusa que suena tan hueca como un azulejo mal cocido.
Los trabajadores no piden paciencia, piden certezas.
Porque sus alquileres no entienden de trámites legislativos y sus frigoríficos no se llenan con promesas a futuro.
El calendario de la tensión: huelgas a la vista
La hoja de ruta es tan clara como inquietante:
→ 30 de mayo: manifestación frente a la sede de ASCER.
→ 4, 5 y 6 de junio: huelga sectorial.
→ Julio: segunda tanda de paros si sigue el bloqueo.
Cuando las palabras se agotan, las fábricas se apagan.
Lo que no fluye en las negociaciones retumbará en las líneas de producción vacías. Porque sí: en Castellón, hasta el silencio produce eco.
Apoyos políticos y un pulso que trasciende la cerámica
PSPV y Compromís se han sumado a la causa, como aliados en una partida donde la patronal juega al inmovilismo.
Pero el verdadero respaldo no viene de los despachos.
Viene de las calles, de los compañeros, de las familias que comprenden que cada euro ganado es una noche de tranquilidad y cada hora recuperada es un momento en familia.
Porque, en el fondo, lo que está en juego no es un convenio.
Es la diferencia entre vivir y sobrevivir.
Castellón: el espejo agrietado de la clase trabajadora española
No son solo azulejos.
Son sueños turnándose entre el día y la noche.
Son manos cansadas que piden respeto.
Son vidas que no caben en un balance anual.