Inditex cumple 50 años. Pero no todas están para celebrar.

Festejo en la pasarela, protesta en la acera
El 9 de mayo, la calle Juan Flórez de A Coruña ofrecía una estampa digna de una novela de contrastes: dentro, focos, brindis y sonrisas bien maquilladas para festejar medio siglo de Zara, buque insignia del imperio textil gallego; fuera, pancartas, megáfonos y trabajadoras que no tenían nada que aplaudir.
Porque mientras se apagaban las velas del pastel empresarial, muchas encendían la chispa del hartazgo.
La industria celebrada… y las trabajadoras olvidadas
La calle se convirtió en una pasarela de opuestos: de un lado, el relato de éxito global; del otro, el reclamo urgente de quienes sostienen ese éxito día tras día, con jornadas partidas, sueldos justos aún a medio conseguir y licencias que se evaporan como agua en probador de verano.
Apoyadas por la CIG, las trabajadoras alzaron la voz contra lo que denuncian como un retroceso de derechos: menos permisos, menos cobertura de bajas y más distancia —literal y simbólica— entre quienes deciden y quienes trabajan.
De conquistas locales a retrocesos centralizados
En Galicia, no se habla de derechos laborales en abstracto. Se habla con nombres y apellidos y con la memoria reciente de una lucha que logró algo concreto: la equiparación salarial entre hombres y mujeres en tiendas de la provincia.
Hoy, ese hito pende de un hilo con sabor a Madrid: la centralización de los convenios amenaza con desdibujar los avances conseguidos en los territorios. Bajo la excusa de “unificar”, se uniformizan también las condiciones… hacia abajo.
La moda que olvida sus costuras
El gesto más simbólico de este nuevo rumbo es la recentralización de las negociaciones laborales. Un giro hacia lo homogéneo que ignora que no es lo mismo una tienda en Lugo que una flagship en Gran Vía.
Se pierden matices, contextos, voces; se diluye el músculo sindical local, ese que conoce cada tienda, cada turno, cada injusticia repetida. Los derechos conquistados corren el riesgo de quedar en pie de página. En nombre de la eficiencia, eso se llama desarraigo.
¿Qué se celebra cuando se ignora a quien trabaja?
Cincuenta años no son poca cosa: Inditex ha marcado una época y redibujado la economía textil global. Pero ninguna historia de éxito está completa si no incluye a quienes la construyeron doblando camisas y aguantando turnos infinitos.
Quizás haya llegado el momento de celebrar, sí, pero con memoria, justicia y escucha.
Porque ningún desfile merece ovación si pisa los derechos de quien lo hace posible.