La muerte de una educadora social: un sistema roto que sigue abandonando a sus trabajadores

El asesinato de Belén Cortés, educadora social en un piso tutelado de Badajoz, es una tragedia que nunca debió ocurrir. No fue un accidente ni un caso aislado: fue el resultado directo de un sistema que ha fallado de manera estrepitosa. Un sistema que, en lugar de proteger a quienes trabajan en la primera línea de los servicios sociales, los deja desprotegidos, sin recursos y expuestos a un peligro constante.
Hoy, la familia de Belén está destrozada y una comunidad entera se pregunta: ¿quién será el próximo?
Un sistema de servicios sociales en ruinas
Belén Cortés no murió solo por la violencia de tres menores. Murió porque la administración ha permitido que la protección de los trabajadores sociales sea una broma.
Los centros de acogida y los pisos tutelados se han convertido en polvorines, donde profesionales como Belén trabajan:
- Sin el personal suficiente
- Sin medidas de seguridad adecuadas
- Sin la formación necesaria para enfrentar situaciones de alto riesgo
Este no es el primer caso. El personal de servicios sociales lleva años denunciando la precariedad y el abandono.
Los principales problemas incluyen:
- Turnos interminables
- Escasez de recursos
- Falta de protocolos de seguridad
- Administraciones que solo reaccionan cuando ya es demasiado tarde
El fracaso de la administración: muertes que pudieron evitarse
¿Dónde estaban los protocolos de seguridad? ¿Dónde estaban los recursos para evitar que algo así ocurriera?
Las administraciones autonómicas y estatales han fallado en su deber más básico: proteger a quienes protegen.
Los principales problemas estructurales incluyen:
- Pisos tutelados sin personal suficiente: Trabajadores desbordados sin apoyo real en situaciones de crisis.
- Falta de medidas de seguridad: No hay protocolos claros para prevenir agresiones ni herramientas para manejarlas.
- Externalización y precarización: Los servicios sociales están siendo gestionados por empresas privadas que buscan reducir costes a costa de la seguridad y bienestar de los trabajadores.
- Falta de supervisión real: Casos como este no deberían ocurrir si existiera una vigilancia estricta sobre la gestión de estos espacios.
Los educadores sociales, en la diana
Belén Cortés no es la primera trabajadora social que paga con su vida la negligencia del sistema.
El sector está compuesto por miles de profesionales que se enfrentan a diario a situaciones de riesgo, muchas veces sin la formación o el respaldo necesario para manejar casos de alta conflictividad.
Sin embargo, cuando ocurre una tragedia, los responsables políticos miran hacia otro lado y ofrecen respuestas vacías.
La pregunta que queda en el aire es simple y aterradora:
¿Cuántos trabajadores sociales más tendrán que morir antes de que se tomen medidas reales?
Conclusión: que su muerte no quede impune
La familia de Belén ha pedido respeto y justicia.
Pero el respeto no basta: es hora de que la administración asuma su responsabilidad.
Se necesitan reformas urgentes en la gestión de los pisos tutelados, protocolos de seguridad efectivos y más inversión en servicios sociales.
❌ No más muertes, no más excusas.